
En la distancia salta a la vista inesperadamente la visión de aguas rosadas que colindan con la arena.
No es sino hasta que las aves emprenden el vuelo; cuando levantan sus finísimas patas y extienden las alas para alargar el cuello, que uno logra percatarse de que la mancha color de rosa era un grupo de flamencos. Animal emblemático de la península de Yucatán.
Se desplazan en un vuelo sincronizado de precisión absoluta formando una nube rosada que, al moverse con rapidez, desaparece en el cielo translúcido del Caribe.
En México, en el estado de Yucatán, se ubican dos Reservas de la Biósfera: Ría Celestún y Ría Lagartos, ambas sobresalen por la gran población de Flamencos Rosados del Caribe que allí habitan. Mientras el primero es un sitio primordialmente de alimentación, el segundo es el lugar de apareamiento y anidación de estas aves.
De acuerdo con un informe de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), la colonia más numerosa de Flamenco Rosado del Caribe, en el mundo, se encuentra en la Reserva de la Biósfera de Ría Lagartos.
El Flamenco Rosado del Caribe puede medir hasta 1.20 metros de altura y pesa únicamente tres kilos, sus patas y el cuello son sumamente largos con relación al tamaño del cuerpo.
Obtienen el betacaroteno que tiñe su plumaje por su alimentación a base de moluscos y crustáceos.
Para descansar, el flamenco enrolla el cuello hacia atrás en una ondulación imposible y descansa la cabeza sobre su dorso mientras se sostiene sobre una sola de sus patas; no siempre la misma.
El especialista, es el Doctor Jorge Correa Sandoval, investigador del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), quien se ha dedicado a la creación de reservas y áreas protegidas. Él comenta: “La protección de los flamencos en México empezó en los años setenta cuando se instauraron las reservas de Ría Lagartos y Ría Celestún. Anteriormente la población de la zona costera acostumbraba recolectar los huevos frescos”.
En el estado de Yucatán existen varias lagunas costeras llamadas Rías, las cuales son entradas de mar, a las que también llega agua dulce procedente de arroyos y ríos. Estas aguas, en general, son poco profundas y debido a la escasez de lluvia hay en ellas una alta concentración de sal.
Están bordeadas por manglares; el contraste entre el verdor de la vegetación, las aguas de color turquesa del Caribe y el rosado vibrante de las aves constituye un espectáculo deslumbrante.
Los flamencos alcanzan la madurez para aparearse a los seis años de edad, esto sucede casi siempre dentro de la misma colonia, pues aunque parece increíble, no son afines a los ejemplares foráneos. Los machos inician el cortejo, si no logran impresionar a la hembra, buscan otra y repiten el ritual hasta que logran conquistar a un ejemplar femenino.
Ellos forman un compacto conjunto y casi al unísono estiran el cuello, baten las alas, emiten sonidos parecidos a los de un ganso y con el ganchudo pico se acicalan y esponjan ligeramente las plumas. En un empeño ancestral por deslumbrar con su apariencia y garbo a las hembras cuyos movimientos son más sutiles.
Toda la colonia toma parte del cortejo. Los individuos maduros, galantean y se aparean simultáneamente; así es que casi todos los polluelos nacen al mismo tiempo. Esto sucede durante la breve temporada de lluvia, cuando el alimento es más fácil de obtener, lo mismo que el material necesario para construir los nidos.
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