Se estima que entre los años 1970 y 2010, el número de vertebrados disminuyó en un 52%. Por otro lado, la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, estableció que unas 5.200 especies de animales se encuentran en peligro de extinción en la actualidad. Y la ONU, en su último informe de Perspectiva Mundial sobre Diversidad Biológica, advirtió sobre la urgencia de proteger los ecosistemas naturales, a fin de evitar una sexta extinción masiva.
En ese contexto, y desde California, el ecólogo mexicano Rodolfo Dirzo, analizó el escenario global en el marco del Antropoceno y la crisis mundial por el Covid 19, explicando cómo el ser humano ha impactado los ecosistemas naturales, a través de la degradación y fragmentación de los espacios en que conviven las especies, entre otras prácticas que amenazan la biodiversidad y salud planetaria.
“El problema medioambiental más grave en todo el mundo, es la pérdida de biodiversidad. Como es un fenómeno presente en todas partes, es de los cambios más profundos y el único irreversible, pues una especie extinta jamás volverá a existir, y la función que cumplía en la naturaleza puede desaparecer con ella”, explica Dirzo.
En ese contexto, el investigador asegura que un elemento sustancial es la defaunación, cuyas fuerzas impulsoras son la cacería y el tráfico ilegal, el cambio en el uso de la tierra, el cambio climático y la introducción de especies invasoras.
El científico explica que la reducción en las poblaciones de animales y desplazamientos inesperados de sus comunidades, también está alterando las interacciones y procesos ecológicos, elemento que facilita la transmisión y diseminación de enfermedades infecciosas, que amenazan la salud y bienestar del ser humano. De hecho, se ha establecido que un 75% de patógenos que afectan a las personas -ya sean virus, bacterias, hongos y otros parásitos-, son de origen zoonótico, es decir, provenientes de animales.
El problema de la defaunación
Rodolfo Dirzo, luego de explorar la selva de los Tuxtlas en Veracruz durante los años 80, observó grandes cambios producto de la caza de especies como venados y jabalíes, la deforestación, y otros fenómenos. Gracias a estos trabajos, descubrió que la defaunación no era homogénea y que los animales más afectados eran los mamíferos de mayor tamaño, mientras que los más aventajados eran especies más pequeñas, como roedores.
“El 62% de animales víctimas de tráfico son mamíferos y especies como elefantes, tortugas y pangolines. De hecho, un ejemplar de estos últimos, llevado al mercado de Wuhan en China, podría ser un factor de riesgo futuro, ya que es portador de Corona virus, el mismo grupo del virus del SARS–CoV–2 en la población humana”, comenta el científico.
Cuando ocurre defaunación en un territorio, existen especies que serán ganadoras y otras perdedoras, y según lo que explica Dirzo, hoy y a futuro los animales más aventajados serán los roedores. Éstas son especies que por su linaje, evolución y tamaño pequeño, son capaces de resistir variaciones climáticas y adaptarse a vivir en diferentes entornos. “Sin embargo, muchas de estas especies son también muy ricas en agentes infecciosos, portadores de patógenos complejos para la humanidad”, explica el ecólogo.
Según lo que explica el mexicano, el cambio en el uso de suelo es una de las transformaciones más graves, que puede generar gran impacto, haciéndonos entrar en contacto con patógenos y microorganismos, como ya hemos visto en esta pandemia. “Convertir a un bosque en un potrero para la ganadería, por ejemplo, es muy complejo. Al hacerlo, intervienes el hábitat que era de roedores y aves, los que siendo portadores de patógenos, pueden moverse a asentamientos humanos donde encuentran gran cantidad de recursos para sobrevivir. Y esa mayor cercanía con los humanos aumenta el riesgo de zoonosis y nuevas pandemias”, comenta Dirzo.
Pese a estas hipótesis, Rodolfo Dirzo señala que no se debe satanizar a las especies posiblemente ganadoras, como ratones y murciélagos, ya que éstos nos aportan grandes beneficios. Los murciélagos, por ejemplo, ayudan a la polinización de plantas en muchas partes del planeta, otra función indispensable para la vida de nuestros ecosistemas. Es por eso que el mayor problema, asegura el investigador, no son las especies en sí mismas, sino la forma en que el ser humano ha intervenido sus propios espacios naturales.
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