En México, la desaparición de los glaciares es irreversible, tal fue el caso del Ayoloco, que se encontraba en el volcán Iztaccíhuatl, uno de los más emblemáticos en la geografía de la región central del país.
El Ayoloco se nutría desde el sistema de la panza del volcán y bajaba hacia el occidente; era una masa blanca que se alcanzaba a distinguir desde la Ciudad de México. El calentamiento global, producto de la actividad humana, ha extinguido ocho de las once masas glaciares que existían en el volcán Iztaccíhuatl; sólo quedan el sistema de la panza, el del pecho y uno muy pequeño, conocido como el sur-oriental. Debido al cambio climático y la influencia de la actividad humana, las temperaturas que normalmente conservaban estos cuerpos de hielo han cedido ocasionando su desaparición.
Función vital
Todos los glaciares tienen una función vital tanto para las comunidades donde se encuentran como para el medio ambiente: además de escurrir a las lagunas, su agua se infiltra a los mantos acuíferos y los recarga; las masas de hielo, por su color claro, reflejan la radiación solar y ayudan a mantener el clima fresco.Sin las masas grandes de hielo de la parte alta de las montañas, la temperatura se incrementa, de manera adicional, a escala global e inhibe las precipitaciones
El Ayoloco alimentaba las lagunas del volcán y en tiempos de sequía proveía de agua a los habitantes de la zona, perteneciente al municipio de Amecameca, en el Estado de México.
“Ayoloco significa en náhuatl el lugar del corazón del agua. Es dramático porque suena a un corazón que deja de latir, que deja de llevar, de circular el agua”.
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