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La sexta extinción masiva está en manos de los humanos



Los científicos han confirmado que la sexta extinción masiva ya está en curso. Provocada, además, principalmente por los humanos; una metida de pie máxima en la que, ante formas de vida poco sustentables, los animales vertebrados estamos en la línea de fuego de esta crisis climática.


Gerardo Ceballos es uno de los biólogos más importantes de México. Ha dedicado sus treinta años de carrera a investigar sobre los animales en peligro de extinción y a desarrollar políticas públicas y reservas para proteger la biodiversidad. Estudió en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), después hizo una maestría en Gales, Reino Unido, en Ecología, para estudiar las interacciones planta-animal y entender cómo funciona el mundo; unos años después de acabar hizo un doctorado en la Universidad de Arizona, Nuevo México, también en Ecología, con el tutelaje del Dr. James H. Brown, considerado como uno de los ecólogos más relevantes del siglo XXI.


Sobre la crisis climática, en una reciente publicación hecha en la revista científica PNAS (Proceedings of the National Academy of Sciences of the United States of America), Ceballos –en colaboración con Paul R. Ehrlich, y Peter H. Raven– explica cómo la sexta extinción masiva ha sido acelerada por los humanos, y de no hacer algo al respecto, acabará con la vida como la conocemos actualmente y, peor aún, eventualmente terminará con la especie humana.


“La vida ha entrado ya a la sexta extinción masiva. Esto es, probablemente, la dificultad medioambiental más seria, porque la pérdida de especies es permanente y cada una juega un papel importante en el rol de los sistemas vivos en los que todos dependemos”, escribe Ceballos en el documento que explica cómo, de no tomar decisiones asertivas, rápidas y magnificadas, el futuro de los humanos y de miles de especies más, no será muy duradero y tampoco muy agradable.


Ceballos fue uno de los primeros mexicanos que empezaron a estudiar y clasificar las especies en peligro de extinción, sus ecosistemas y las causas de muerte. Su trabajo ha sido elemento importantísimo para que México desarrolle leyes de protección ambiental, como la Norma Oficial Mexicana en favor de la conservación y protección de la biodiversidad amenazada. También participó en la creación de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) y es integrante del Consejo Nacional de Áreas Protegidas.


Ha escrito 35 libros y publicado más de 350 artículos de divulgación científica. También titular del Laboratorio de Ecología y Conservación de la Fauna Silvestre del Instituto de Ecología de la Universidad Nacional Autónoma de México, pero de todos sus méritos y credenciales, su trabajo en campo es el que quizá tenga más impacto: realizó la propuesta y creación de la reservas de la Biosfera Chamela-Cuixmala –protege alrededor de 13 mil hectáreas de manglares y selvas, ecosistemas muy amenazados–, en Jalisco; de Calakmul –1.3 millones de hectáreas de selva–, Campeche, donde también fundó la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar; y del área de protección de flora y fauna de Ciénegas de Lerma, que preserva los últimos remanentes de humedales –casi tres mil hectáreas– en el centro de México.


También fue uno de los que logró que se estableciera la Reserva de la Biosfera de Janos, en Chihuahua, que tiene más de medio millón de hectáreas y donde se hacen proyectos de recuperación de especies en peligro de extinción, como el perrito de las praderas.


“La vida ha entrado ya a la sexta extinción masiva. Esto es, probablemente, la dificultad medioambiental más seria, porque la pérdida de especies es permanente y cada una juega un papel importante en el rol de los sistemas vivos en los que todos dependemos”.


Su más reciente publicación, titulada Vertebrados en el borde [de la extinción] como indicador de aniquilación biológica y la sexta extinción masiva, hace un recuento del análisis que hicieron en 29,400 especies vertebradas terrestres, en donde encontraron que 515 están en el borde de ser extintas. “Pero esto indica que estamos subestimando de una manera gravísima el problema”, dice Ceballos en una entrevista con Gatopardo. Asevera que si lo que se muestra en este documento es grave, la realidad es muchísimo peor, pues ellos analizaron tan solo una muestra.


Según múltiples análisis y estudios, la extinción masiva de especies se empezó a ver al mismo tiempo que los homo sapiens empezamos a desarrollar la agricultura. En ese momento, éramos tan solo un millón de humanos. Ahora somos algo así como 7.7 mil millones y ese número sigue escalando. Por supuesto, con el aumento de humanos viene el descenso de especies vivas. “Mientras que nuestros números han crecido, la humanidad se ha vuelto una amenaza sin precedentes a la gran mayoría de sus compañeros vivientes”, dice el artículo de Ceballos.


En 2007, la ONU alertó de la crisis climática y que al día se estaban perdiendo 150 especies: cada hora, tres especies desaparecen; al año, entre 18.000 y 55.000.


Esto sucede, en gran parte, por la aniquilación de los hábitats naturales. “No entendemos que la fauna, la flora, los ambientes silvestres, son los cimientos del planeta, entonces si destruimos los cimientos no hay manera que podamos enfrentar el cambio climático con toda la fuerza que viene. Lo que está pasando ahorita es una caricatura contra lo que va a ocurrir”, amenaza Ceballos, dejando en claro que de no tomar cartas para detener la extinción de especies, no habrá forma de la especie humana sobreviva al cambio climático.


Gerardo Ceballos cuenta que hay tres elementos que provocan todos los problemas ambientales del mundo: el crecimiento desmedido de la humanidad, los patrones de consumo desmedidos y completamente insostenibles, y a lo que él se refiere como “tecnologías ineficientes”, que incluye la quema de hidrocarburos, la contaminación de agua para la minería, etc.


“Esas son las causas últimas. A manera más directa, lo que está provocando esta extinción masiva son varios factores, los más importantes son la destrucción del hábitat y la sobreexplotación de especies, tanto legal como ilegal”, explica el doctor en ecología. Añade que el brote del coronavirus es un ejemplo clarísimo de esto: si no fuera por el tráfico ilegal de animales y la masacre de hábitats naturales, es muy probable que el virus SARS-Cov-2 nunca hubiera llegado al cuerpo humano.


El tráfico de animales le inquieta de forma particular y declara que “México debería de ser un líder en estos temas”. Ceballos, junto con otros científicos y el apoyo de muchas personas, ha logrado consolidar la asociación Stop Extintion, que a penas este año empezó a tomar forma pero pretende comenzar a desarrollar política pública a nivel mundial para proteger especies en peligro de extinción, difundir información científica que ayude a la conservación de animales y recaudar dinero para apoyar a los programas que se dedican a la preservación biológica.


“El brote del coronavirus es un ejemplo clarísimo de esto: si no fuera por el tráfico ilegal de animales y la masacre de hábitats naturales, es muy probable que el virus SARS-Cov-2 nunca hubiera llegado al cuerpo humano”.


“Tenemos que involucrarnos para poder frenar esto y lo que sería importantísimo es que lo que hagamos o dejemos de hacer, sea en los próximos 15 años, porque eso va a definir el futuro de todos lo animales y plantas silvestres del planeta y de la humanidad”, dice el científico de la UNAM, declarando que las decisiones que no se hagan pronto, no servirán de nada. Pone de ejemplo la reducción a los presupuestos a la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (SEMARNAT) y la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP), que le parece absurdo y una muy mala decisión del gobierno mexicano: “No solamente no debería reducirse, es tan ínfimo lo que se le da que debería de cuadruplicarse o quintuplicarse porque esto da muchos beneficios a los humanos, es nuestro seguro contra enfermedades y son los lugares donde se generan los mayores servicios ambientales”, dice Ceballos, refiriéndose al oxígeno, agua, madera, alimentos, entre otras cosas, que vienen directamente de las reservas.


La sexta extinción masiva no está en cuestión, pero depende de lo que la especie humana decida hacer para definir su propia sobrevivencia y la de miles de otras. La cuenta regresiva empezó desde hace mucho, pero en el reloj queda tan solo una quincena de años para intentar no cumplir los augurios apocalípticos.

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