
Ni el jaguar, el máximo depredador de la selva maya, se anima a atacar un grupo de pecaríes, especie gregaria que vive en manadas de cien o más individuos. Esta fortaleza que le da el moverse en grupo, también es su debilidad. Cuando un cazador los encuentra, puede matar varios ejemplares: porque si uno muere, los demás no lo abandonan.
La cacería, pero también la pérdida de su hábitat, ha llevado al pecarí de labios blancos (Tayassu pecari) a ser incluida en las listas de especies en riesgo. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN), por ejemplo, la considera como Vulnerable, mientras que en países como México se encuentra catalogada En Peligro de extinción.
La distribución histórica del pecarí labios blancos va del norte del estado de Veracruz, en México, hasta el norte de Argentina. Su presencia en esa geografía es cada vez menor. En México, por ejemplo, se estima que el 84 % de su rango histórico de distribución ha desaparecido, de acuerdo con los datos que se incluyen en el documento del Programa de Acción para la Conservación de la Especie, publicado por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (Conanp) en 2018.
Este mismo documento resalta que las poblaciones de pecarí de labios blancos que se han confirmado en el país, “se encuentran limitadas a las grandes extensiones remanentes de bosques tropicales húmedos” que aún es posible encontrar en la Reserva de la Biósfera Calakmul y Área de Protección de Flora y Fauna Laguna de Términos (Campeche), en la Selva Lacandona (Chiapas), en los Chimalapas (Oaxaca), en la cuenca alta del río Uxpanapa (Veracruz), en la Reserva Ecológica Dzilam de Bravo (Yucatán), así como en la Reserva de la Biósfera Sian Ka’an y en los ejidos forestales del centro y sur de Quintana Roo.
Investigadores dedicados al estudio y conservación del pecarí de labios blancos han documentado la recuperación de las poblaciones de esta especie en ejidos del sureste del país que, entre otras cosas, se caracterizan por realizar aprovechamiento forestal en forma sustentable, a través de programas de manejo.
Es en lugares como Nuevo Becal, en Campeche, en Noh-Bec, en Quintana Roo, y en algunas zonas de la Selva Lacandona, en Chiapas, en donde esta especie ha encontrado las condiciones necesarias para que sus poblaciones se recuperen.
La presencia de pecarí de labios blancos en un bosque tropical indica que el lugar se encuentra en un buen estado de conservación. Foto: Rafael Reyna, Khiavett Sánchez y Nicolás Arias.
Nuevo Becal: conservación comunitaria
El Ejido Nuevo Becal —ubicado dentro de la Reserva de la Biósfera de Calakmul, en Campeche— se distingue, entre otras cosas, por contar con el Área Destinada Voluntariamente a la Conservación (ADVC) más extensa del país.
Los 74 ejidatarios de Nuevo Becal decidieron que poco más 50 mil hectáreas de su territorio comunal, cubierto por selva mediana subperennifolia, se registrara bajo esta categoría de conservación. En enero de 2018, la Conanp les entregó su certificado como ADVC.
Además, desde 2009, los ejidatarios de Nuevo Becal realizan silvicultura comunitaria, a través de un programa de manejo, que le permite aprovechar recursos maderables y no maderables en forma sustentable.
En mayo de 2020, el ejido obtuvo el primer certificado comunitario en México, por “Demostración del Impacto sobre Servicios Ecosistémicos”, otorgado por el Forest Stewardship Council (FSC); el cual reconoce el trabajo que ha realizado esta comunidad por conservar la biodiversidad que hay en su territorio. Entre las especies que se han beneficiado con el trabajo que realizan los ejidatarios de Nuevo Becal está el pecarí de labios blancos.
“Hemos concientizado a la gente de que en vez de matarlos para consumo es mejor cuidarlos”, comenta Lucio López Méndez, presidente del consejo de vigilancia del ejido Nuevo Becal, quien también explica que en las zonas donde se hace aprovechamiento maderable, se desarrollan varias acciones para que el área forestal se recupere.
Rafael Reyna Hurtado, investigador del Departamento de Conservación de la Biodiversidad del Colegio de la Frontera Sur (Ecosur), unidad Campeche, explica que el pecarí es “muy sensible; es más sensible a la perturbación (de un ecosistema) que el jaguar. Es tan sensible como el tapir”. Por ello, resalta, encontrar una población de pecaríes es un indicador de que el bosque está en buen estado de conservación.
En Nuevo Becal se ha documentado la presencia de, por lo menos, cuatro manadas de pecarís de labios blancos. La más numerosa se conforma por cerca de 60 ejemplares, asegura Héctor Arias, quien desde 2014 se encarga de las cámaras trampa con las que realizan el monitoreo de la fauna en el ejido.
Hace 25 años, Héctor Arias cazaba al pecarí labios blancos para llevar alimento a su familia. Ahora es el encargado de la Unidad de Manejo Ambiental (UMA) creada por 15 ejidatarios de Nuevo Becal, para la reproducción de especies como el venado temazate rojo y su aprovechamiento a través del turismo cinegético o turismo que gira en torno a la cacería. Con esta actividad, ese grupo de ejidatarios tiene otra entrada de recursos económicos.
Esa UMA funciona en tres mil hectáreas. Para que los ejidatarios puedan tener los permisos de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales (Semarnat), deben presentar estudios sobre el estado de las poblaciones de diferentes especies. A partir de esos datos se determina cuántos ejemplares se autoriza cazar al año.
“Para el pecarí de labios blancos no tengo permiso de cacería”, comenta Héctor Arias. “Se les dijo a los cazadores que dejaran recuperar a la especie y la verdad sí se han recuperado”, dice el ejidatario y como ejemplo menciona que los primeros muestreos permitieron documentar que una de las cuatro manadas tenía como 40 individuos; hoy esa manada tiene ya alrededor de 60 pecaríes.
Hace 10 años, investigadores como Rafael Reyna, Eduardo Naranjo y Rodrigo Medellín lograron demostrar la urgencia de incluir al pecarí labios blancos como una especie En Peligro de extinción, en la Norma Oficial Mexicana 059.
Rafael Reyna explica que eso llevó a que se prohibiera cualquier tipo de cacería de la especie, incluso en las Unidades de Manejo Ambiental (UMA) que realizan turismo cinegético.
En México, apunta el investigador Rafael Reyna, también habita el pecarí de collar (Pecari tajacu), cuyas poblaciones no enfrentan un riesgo tan alto como el de labios blancos.
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