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Monumento a la Revolución

La imponente estructura en el corazón de la capital mexicana recibe anualmente a 350 mil visitantes para brindarles experiencias, del alba al ocaso, en las que confluyen el legado histórico y la efervescencia cultural y artística del país.

Obra del arquitecto Carlos Obregón Santacilia, pionero de la arquitectura modernista, el Monumento a la Revolución Mexicana (MRM) se ha convertido en un punto de referencia en el conjunto denominado Plaza de la República, uno de los espacios públicos más reconocidos en la capital del país, pues en él se fusionan la expresiones contemporáneas del arte, la cultura y la vitalidad urbana con uno de los proyectos de recuperación del patrimonio histórico más importante de la última década.


Imponente, desde cualquier perspectiva de la cual se le observe, la edificación dedicada a la “Revolución de ayer, de hoy, de mañana, de siempre” es uno de los emblemas de la Ciudad de México, que en años recientes ha sido revitalizada para ofrecer a los visitantes una experiencia que va más allá de la preservación de un legado, pues se ha enfocado transformando completamente su entorno y los servicios que se disponen para el disfrute del visitante.


Destino imprescindible en un recorrido por el corazón de la ciudad, se ha convertido una sorpresa para quién se encuentra o reencuentra con él, ya que es posible apreciar una vista panorámica desde que se asciende en su elevador de paredes de vidrio hasta llegar al mirador, ubicado a más de 52 metros de altura para realizar un recorrido de 360 grados y, posteriormente, subir hasta la linternilla, su punto más alto a 65.7 metros.


Visitar el (MRM) constituye la oportunidad de acercarse a aspectos que retoman expresiones de la cultura, como la exhibición “La Revolución en el Cine”, y la muestra “Bajo la mira; La Revolución de la NO violencia”, que invita a la reflexión sobre lo que significa el concepto “revolución” dentro de cada uno de nosotros. Estos son sólo un par de descubrimientos para quien pasea por este monumento que narra una interesante historia.


Sus antecedentes se remontan a los tiempos de Porfirio Díaz, cuando fue comisionado al arquitecto francés Émile Bénard el proyecto del Palacio Legislativo. La estructura original del llamado Salón de los Pasos Perdidos, cuya construcción comenzó en 1905, estuvo abandonada durante décadas hasta que, en 1933, Carlos Obregón Santacilia lo retomó para concebir el Monumento a la Revolución y el mausoleo donde permanecen los restos de Francisco I. Madero, Venustiano Carranza, Francisco Villa, Plutarco Elías Calles y el ex presidente Lázaro Cárdenas.


El carácter estético del (MRM) se define a través de rasgos que retoman el estilo Art Déco y se fusionan con elementos de la tradición escultórica y arquitectónica de las culturas antiguas de México. La edificación complementa su propuesta plástica con la colaboración del escultor Oliverio Martínez, cuyos conjuntos coronan las cuatro columnas de la estructura y que son una alegoría a la Independencia y las leyes de Reforma, Agraria y Obrera. Hoy, el (MRM) es un lugar para vivir experiencias que remontan al pasado, invitan a la reflexión y fomentan el disfrute. Una de las propuestas es Amanecer Monumental, una cita para grupos pequeños que ocurre dos veces al mes para recibir un nuevo día en las alturas, en el área de la linternilla. Al concluir el recorrido, se puede degustar un café o una malteada de fresa, la favorita de Francisco Villa, en el Café Adelita, cuya ambientación evoca los ferrocarriles de principios del siglo 20, protagonistas de la gesta revolucionaria.

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