-Cuatro científicas mexicanas cuentan sobre sus trabajos con jaguares, manatíes, colibríes e insectos, así como los riesgos y los retos que enfrentan por el machismo
Excursiones por días en las selvas tropicales en la península de Yucatán; viajes en cuatrimoto y avionetas buscando jaguares y osos; recorridos en lancha por las lagunas de Tabasco para observar manatíes; excursiones por bosques para buscar colibríes; explorar zonas de Veracruz y Chiapas estudiando insectos, son algunas de las cosas que cuatro científicas mexicanas han realizado durante su carrera en el área de la zoología.
Claudia Moreno, Ana Montes de Oca, Flor Rodríguez y Nereyda Pablo estudiaron primero biología, y su interés por los animales las llevó a especializarse en áreas de la zoología: conservación de vertebrados terrestres, insectos vectores de enfermedades (que transmiten enfermedades a humanos), la evolución de los colibríes y la ecología trófica de animales marinos (el estudio del ecosistema e interacciones alimenticias entre especies).
Cuidar la biodiversidad de México
Claudia Moreno Arzate, Doctora en ciencias biológicas, experta en ecología de mamíferos carnívoros y conservación de terrestres vertebrados mencionó que a ella en un inicio no le gustaban los animales, pero sí le gustaba el campo y andar en lugares como montañas y ríos.
Experimentando a lo largo de la carrera estuvo en un zoológico y fue ahí que su amor por los animales nació, especialmente por los jaguares, señaló la científica.
“Me encantaron los jaguares […] es apasionante andar persiguiendo animales como esos, es todo un juego divertidísimo. Jamás pensé que como bióloga iba a andar en cuatrimotos, avionetas, atravesando ríos” enfatizó Moreno.
El trabajar con esos felinos la ha llevado a recorrer de noche las selvas tropicales de la península de Yucatán, sin embargo, también ha trabajado en investigaciones de poblaciones de venados de cola blanca en la Sierra de San Luis (Agua Prieta, Sonora) y la Sierra de Los Pavos (Sahuaripa, Sonora).
Gracias a ese estudio, se concluyó que hay herramientas que se pueden utilizar para seleccionar áreas que sean más favorables para llevar a cabo programas de reintroducción del venado de cola blanca y así aumentar su población, asimismo esto daría pie (debido a que el venado representa una presa potencial) a que en estas mismos lugares se reintrodujeran carnívoros cuya conservación está en riesgo, como el jaguar o el lobo mexicano.
En el caso de la Doctora en ciencias, Flor Rodríguez Gómez, experta en evolución y genética de los colibríes, al estar en la licenciatura en Biología empezó a trabajar con plantas como el cactus, en el área de la biología molecular y la genética, posteriormente salió de la carrera y estudió en el Instituto de Ecología (INECOL).
“Ahí fue mi primer acercamiento con los colibríes, la persona para la cual trabajaba, el Doctor Francisco Ornelas (que es el experto en colibríes), [ me acercó] a un proyecto en la maestría que era con [esa especie] y ahí me enamoré de ellos, desde ahí me casé con las aves”, explicó la bióloga.
Su trabajo con los colibríes consiste en recolectar muestras de estas especies, por ejemplo plumas. Una de sus investigaciones está relacionada con el estudio del colibrí Amazilia de pecho blanco, en Chiapas, para encontrar su estructura genética y su posible intercambio genético con otros tipos de colibríes.
La genética es importante en estas especies ya que, como se descubrió en uno de los estudios en los que Rodríguez Gómez participó, hay una relación entre la diversidad genética con la estabilidad de recursos y hábitats de 8 especies de colibríes en México.
Nereyda Pablo Rodríguez, Doctora en ciencias y experta en ecología trófica de mamíferos marinos, recordó que desde niña le gustaban los delfines, por lo que quería estudiarlos; sin embargo como vivía en Puebla su familia no la dejaba ir a estudiar en la costa y decidió estudiar biología en la BUAP.
“Después empecé a hacer prácticas, me fui a un acuario y ahí conocí a los manatíes (no tenía idea de que existían) y me enamoré, posteriormente salí a trabajo de campo e hice mi tesis en Villahermosa para conocerlos en su ecosistema natural y de ahí trabajé con otras especies marinas”, explicó la experta.
Pablo Rodríguez ha trabajado en las lagunas de Tabasco buscando manatíes con enfoque en la conservación de esta especie en peligro de extinción, por ejemplo en la investigación que realizó en una de las lagunas urbanas de ese estado, identificó que existía una población de manatíes que había sido aislada y se encontraba en peligro debido a que la salida de la laguna fue sellada artificialmente, sumado al deterioro en este cuerpo de agua debido a las actividades humanas y a que el 45 por ciento de la población cercana desconocía que la laguna era una zona natural protegida.
Rodríguez también ha realizado investigación con otras especies marinas, como el estudio de las poblaciones del oso marino de Guadalupe, en las islas de San Benito, ubicadas en la costa oeste de Baja California.
Conocimiento científico que ayuda a la medicina
La Doctora en Ciencias y experta en insectos vectores de enfermedades, Ana Cecilia Montes de Oca, explicó que a ella desde chica le gustaban los bichos y trabajar con ellos; por lo que, al entrar a la carrera de biología, buscó trabajos que la hicieran salir a campo. Así fue como se especializó en el área de la zoología.
Una de sus investigaciones analiza las variaciones de los huevecillos de los mosquitos Lutzomyia cruciata, relacionado con la transmisión de la enfermedad de Leishmaniasis a los humanos. Para esto, Montes de Oca tuvo que recolectar muestras de las regiones de Veracruz, Chiapas y Yucatán.
Estudios como estos ayudan a comprender qué tipo de insectos transmiten enfermedades en el país y cómo prevenirlas, ya que de acuerdo con la OMS, las enfermedades transmitidas por vectores representan más del 17 por ciento de todas las enfermedades infecciosas en el mundo; son la causa de más de 700 mil muertes cada año.
Los riesgos y obstáculos del trabajo de campo
Claudia Moreno dijo que si bien en sus labores hay riesgo de ser atacada por algún oso o un jaguar, o de estar a merced del tiempo y las fallas técnicas en lugares remotos, ella tiene más miedo de que la gente la pudiera agredir.
Respecto a ese punto Flor Rodríguez contó que, en un ejido de Chiapas, un joven de la localidad le dijo a sus compañeros de investigación que en la noche iba a regresar a robársela. “A lo mejor era broma, pero sí da miedo, y [más porque] estábamos acampando”.
Ana Montes de Oca considera que uno de los principales riesgos que hay en el trabajo de campo es la inseguridad “sobre todo porque para las mujeres la situación es muy complicada, hay muchos feminicidios y es muy peligroso que nosotras solas nos adentremos a la selva o a lugares súper retirados”, es así que generalmente tienen que ir acompañadas en grupos con hombres para realizar sus investigaciones.
Rodríguez también explicó que otra de las cosas que le han sucedido relacionadas con el hecho de ser mujer, y que más bien es un obstáculo aún a superar por el machismo, es que cuando van a comunidades alejadas usualmente los hombres de esos lugares se dirigen a sus compañeros de investigación y a ella la ignoran, aunque se haya presentado como la encargada del proyecto.
Ana Montes de Oca enfatizó que es importante que más mujeres se unan a esta área de la ciencia para reducir la brecha de género que existe en este tipo de trabajo.
“Si a ellas les llama la atención la naturaleza, los animales, no se van a arrepentir, van a experimentar cosas muy bonitas, van a trabajar con animales que están en movimiento y que varían en rasgos y formas”, agregó la científica.
*** La información de esta nota se retoma a partir de la charla “Los retos de las zoólogas en el trabajo de campo”, organizado por el colectivo Científicas Mexicanas.
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