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Tras las tortugas marinas por las playas de Michoacán

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Colola e Ixtapilla no sólo son playas de gran belleza escénica, también albergan a miles de tortugas –negras y golfinas - que año con año llegan a ellas para desovar. ¡Conoce este santuario!


Colola e Ixtapilla no sólo son playas de gran belleza escénica, también albergan a miles de tortugas -negras y golfinas, respectivamente-que año con año llegan a ellas para desovar, con lo que se ubican entre los mayores santuarios de la tortuga marina a nivel mundial.


¿Por qué pueden ser tan especiales estas dos playas? En un principio uno las ve extensas, prístinas… pero así son casi todas las playas michoacanas. Entonces uno se entera: son las playas tortugueras por excelencia, el sitio donde año con año infinidad de afanosas tortugas llegan a depositar centenares de miles de huevos… en suma, el Serengeti y el Ngorongoro de las tortugas marinas. Y sí, así; a escala mundial.


Atraídos por la “arribazón” de tortugas, visitamos estos dos sitios. Habíamos oído sobre este fenómeno de la llegada masiva de tortugas a depositar sus huevos. Y aunque el término suena raro, es correctísimo. El diccionario lo define como “gran afluencia de peces que suele sobrevenir en las costas en ciertas épocas del año”. En el litoral michoacano lo aplican a estos reptiles que recuerdan tanto a los dinosaurios.


Manantiales de tortugas


Primero visitamos Ixtapilla y ahí nos explicaron que efectivamente el fenómeno existe: miles de tortugas golfinas (Lepidochelys olivacea) salen del agua simultáneamente en ese tramo específico de no más de un kilómetro de costa… como el desembarco en Normandía. Pero el evento es tan prodigioso como impredecible. Llega a ocurrir en la temporada de anidación, es decir, en el segundo semestre del año, especialmente en octubre y diciembre; pero no en un momento preciso; “es como un parto”, nos comentó Ángel Méndez, un periodista de la región que también visitaba Ixtapilla ese día de otoño.


Ni modo. De cualquier forma nos quedamos a dormir ahí y de consolación acompañamos a Francisco Reyes Valladares, quien tiene a su cargo las cabañas y el campamento tortuguero del lugar, en su recorrido nocturno por la playa. No hallamos tortugas desovando, pero de pronto dimos con unas manchitas negras que brotaban entre la arena, como veneros de petróleo: golfinas que nacían.


Para don Francisco el asunto era de rutina. Había que ayudarlas a salir. Escarbar alrededor de ellas y recogerlas en cubetas para liberarlas esa misma noche o al día siguiente, por si algún grupo escolar visitaba el lugar (la “liberación” de tortugas se ha vuelto un evento de promoción ambiental afortunadamente frecuente en nuestro país). Pero a ese nido siguió el segundo, el tercero, el sexto… uno con 58, otro con 76 tortuguitas vivas… yo simplemente perdí la cuenta. Al final eran cientos de crías. Estábamos llenos de asombro frente a aquel espectáculo de la regeneración… Y todavía la mañana siguiente, en otro recorrido por la playa, hallamos más nidos en plena eclosión.


Prietas en Colola


A medio día fuimos a esta otra playa, situada a 21 kilómetros al oriente de Ixtapilla. Mientras que Ixtapilla es cuna principalmente de golfinas, Colola lo es de tortugas negras, también llamadas prietas (Chelonia agassizii). En la mañana no hay actividad visible de humanos o reptiles en esa playa extensísima. Pero en el mar, a escasos 10 metros de donde rompían las olas, había manchones oscuros… unas tortugas se apareaban, mientras un poco más allá otros machos esperaban su turno. La fertilización de los huevos tiene lugar ahí, pocas horas antes de que las hembras lleguen a la arena y dejen su preciosa carga.


Volvimos en la noche y el espectáculo no fue menos impresionante que en Ixtapilla. La comunidad de Colola está muy bien organizada en las tareas de protección de la tortuga. Cada noche, varias personas hacen tarea de vigilancia, monitoreo de tortugas que llegan a desovar y custodia y transporte de nidos. Los visitantes son bienvenidos, pero entran bajo la supervisión de gente de la comunidad.


Esperamos buen rato antes de empezar a caminar y entonces nos llevamos la sorpresa: un gran caparazón móvil avanzó desde el agua hasta un punto donde comenzó a excavar una enorme fosa. Morty, nuestro guía, nos mostró el desove y de inmediato se puso a “huevear” a la tortuga, es decir, recoger los huevos uno por uno mientras caen, para llevarlos al campamento donde madurarán protegidos de los perros y los saqueadores. Luego otra y otra y otra más… media docena de tortugas… y de nuevo, si no vimos más fue porque decidimos ir a dormir.

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