¿Influye la personalidad y el perfil psicológico de una persona en su conducta, preocupación y sensibilidad hacia el medio ambiente y el cambio climático? Pues parece que sí a tenor de los resultados de un estudio británico que apuntan a la honestidad y la humildad como rasgos que llevan a una persona a estar más volcada ante un problema, con influencia muy directa sobre nuestra salud física y mental
El informe recogido en la revista del Colegio Oficial de Psicólogos (COP) señala que las personalidades con más apertura a la experiencia y más honestas y humildes son las que presentan mejor actitud y comportamiento a favor del cuidado del medio ambiente. Estas son al menos algunas de las conclusiones de un reciente metaanálisis publicado en la revista Perspectives on Psychological Science.
Las fuentes refieren que, con el objetivo de investigar el papel de los factores o rasgos de personalidad en la conducta hacia el medio ambiente, un equipo de investigación, dirigido por Alistair Raymond Bryce Soutter, de la Universidad de Edimburgo, ha llevado a cabo una revisión sistemática de los estudios científicos al respecto.
Tras la revisión de los artículos publicados, los autores del estudio seleccionaron un total de 38 investigaciones con adecuada calidad metodológica, que comprendían una muestra final de 44.993 personas de más de 19 países.
Se trata, explican, de la primera revisión sistemática que ha analizado en profundidad esta cuestión.
Sus autores afirman que “dado que se considera que el cambio climático y sus consecuencias se encuentran entre los desafíos más importantes para la humanidad y el ecosistema de la Tierra, es importante comprender por qué las personas adoptan o no actitudes y comportamientos ambientales”.
Personalidad y medio ambiente
En este sentido, el análisis del papel de los rasgos de personalidad permite ofrecer nuevas vías para comprender estas diferencias y proporciona información con interesantes implicaciones prácticas para el diseño de campañas de concienciación dirigidas a la población.
Los estudios seleccionados en la revisión sistemática habían utilizado la prueba de personalidad Big Five, que ofrece puntuaciones en los cinco rasgos de personalidad (extraversión, neuroticismo, amabilidad, conciencia y apertura).
O también un test basado en el modelo HEXACO (que incluye esos cinco rasgos, más una medida de honestidad-humildad), así como una evaluación de diferentes actitudes y comportamientos hacia el medio ambiente.
De los factores de personalidad analizados, la apertura a la experiencia es el rasgo que presenta una asociación más fuerte con actitudes proambientales (r=.22) y conductas proambientales (r=.21), seguido de la honestidad-humildad (r=.20 y r=.20 respectivamente). Una posible explicación para estos resultados es que las personas abiertas tienden a ser más inteligentes y mejor informadas.
Así como a estar más dispuestas a aceptar nuevas ideas, lo que les permite acceder a un conocimiento más completo sobre las consecuencias de las acciones humanas en el medio ambiente y sobre nuevos hábitos para reducir este impacto, motivando su conducta proambiental y facilitando la incorporación de nuevas formas de comportarse.
En relación con la honestidad y humildad, los autores plantean que, en la medida en que este rasgo está relacionado con una actitud de respeto hacia las demás personas y la cooperación con los otros, esto puede verse reflejado también en una actitud de respeto hacia el entorno y medio ambiente.
Amabilidad y conciencia
Otros rasgos de personalidad, como la amabilidad y la conciencia, mostraron asociaciones significativas con la actitud y conducta proambiental, aunque en menor medida.
Para los autores del metaanálisis, las personas amables, que tienen una mayor capacidad de empatía y compasión hacia los demás, pueden mostrar esta actitud proambiental por su empatía hacia las generaciones futuras o el mundo animal.
Según sugieren los autores del estudio, y de acuerdo con los resultados obtenidos, las campañas de promoción de conductas proambientales deberían dirigirse a los grupos que menos tendencia tienen hacia esta preocupación medioambiental.
Para el primer grupo (las personas con menor apertura experiencia), las campañas dirigidas a la incorporación de prácticas ecológicas que ya están extendidas entre la población y son conocidas podría resultar una estrategia más eficaz que proponer nuevos hábitos.
En el caso de las personas con poca honestidad, humildad y amabilidad (que sería otra de las poblaciones diana para este tipo de campañas), las campañas basadas en imperativos morales hacia el medio ambiente no parecen ser las mejores indicadas debido a que estas personas tienden a desconfiar de este tipo de argumentos.
Para este caso, un mensaje dirigido a poner en valor las ganancias personales, como el ahorro económico de la adopción de una conducta proambiental, será más eficaz para motivar el cambio de conducta, tal y como se sugiere en el artículo.
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