La carabela portuguesa (Physalia physalis), también conocida como botella azul o falsa medusa, ha tenido una gran repercusión mediática en los últimos años debido a las lesiones que produce su contacto accidental.
La carabela portuguesa se alimenta de pequeños invertebrados. Para ello cuenta con más de un millón de nematocistos en cada centímetro de sus tentáculos, estos le permiten paralizar pequeñas presas e introducirlas en la cavidad gastrovascular, donde los gastrozoides llevan a cabo el proceso de digestión. Los nematocistos son los responsables del dolor y las irritaciones dérmicas que sufren las personas que entran en contacto con estos organismos. En ocasiones, pueden llegar incluso a provocar la muerte.
Estas estructuras punzantes tienen forma ovalada y un tamaño pequeño. Su posición es apical y en su superficie hay un flagelo denominado cnidocilio. Dicho flagelo tiene la función de captar los estímulos mecánicos para desencadenar la descarga. El nematocisto consta de una cápsula invaginada de doble pared, un opérculo (pieza que tapa ciertas aberturas del cuerpo de algunos animales, como las agallas de la mayoría de los peces o la concha de muchos moluscos univalvos), que la cierra y un filamento tubular enrollado en su interior que con frecuencia contiene púas. Cuando se activa la descarga de un nematocisto, el filamento tubular sale hacia el exterior en micro-segundos y se clava en la piel de la víctima.
Existen 3 tipos:
Estenotele: Es el más agresivo, ya que al activarse perfora la piel e inyecta una hipnotoxina que paraliza o mata a la víctima.
Desmonema: Contiene un filamento corto, grueso y sin púas que se enrolla con fuerza alrededor de la presa.
Isoriza: Es un nematocisto que facilita la adherencia de los tentáculos a la presa.
En caso de tener en contacto con uno de estos organismos se recomienda:
Si la persona afectada todavía presenta restos de tentáculos adheridos, se deben retirar cuidadosamente con guantes o algún material no irritante para evitar nuevos contactos.
Se debe limpiar la piel con agua salada (la del mar, por ejemplo) o suero salino, si disponemos de él.
No se recomienda el uso de agua dulce, puesto que la diferencia de presión osmótica puede activar algunos nematocistos todavía presentes en la piel del paciente y empeorar las lesiones.
Tampoco se debe emplear vinagre, orina, barro y otros productos similares que pueden desencadenar infecciones bacterianas.
Las zonas afectadas deben protegerse de la incidencia directa del sol.
En aquellos casos donde el dolor o prurito no remita, o aparezcan nuevos signos clínicos asociados, se recomienda la visita al centro médico más cercano.
Generalmente se recurre al uso de analgésicos y corticoides de uso cutáneo.
Hay que mantener la calma, los casos graves son muy infrecuentes.
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